Capítulo IV
Hola amigos.
Hoy quería hacer un homenaje a todos los románticos
que contribuyeron a mejorar el mundo, y nunca fue reconocido su trabajo, sobre
todo porque les robaron sus méritos o plagiaron sus ideas. Románticos
altruistas que lucharon por causas pérdidas, porque otros las hicieron fracasar,
para posteriormente reavivarlas y decir que eran ellos los que habían
conseguido ese beneficio. Así el mundo poco a poco ha ido enterrando a los
idealistas, románticos, genios, buena gente y personas visionarias,
sustituyéndolos por narcisistas, psicópatas y demás faunas, que solo se quieren
así mismo y a su ego. Pero hacen creer a la humanidad lo contrario y lo peor de
todo, que son justamente esos los ejemplos y líderes a seguir. El mundo anda
cojo de amor, de ilusión, de esperanza, de solidaridad, de romanticismo. Y le
sobra odio, corrupción, ansia de poder, individualismo y egocentrismo, algo que
proporciona el señor don dinero y todos sus esbirros. Por ello, brindemos por
esos románticos, como son: las personas que te sonríen aunque estén rotas por
dentro, el abuelo que abraza al nieto, la madre que ama en silencio, el que te
tiende la mano pese a necesitar la tuya primero, los que aman sin esperar
recompensas, los que trabajan incansablemente en la sombra, los que nunca
conocerá nadie pero gracias a ellos el mundo aún sigue, el insignificante, el
rarito, el soñador, y tantos, y tantos que luchan por amor, por un mundo mejor.
Chin chin por todos ellos. Aquí os dejo mi IV romance, dedicado a mi
bisabuela la romántica.
LA BISABUELA
Se mecía despacio, muy despacio
en esa mecedora de la vida,
unas veces miraba a lo lejos
otras se escondía.
Tras el vidrio grueso
de la oscura ventana,
habitaba el pequeño pueblo
de calles en pendiente y farolas desgastadas.
Su cuerpo era flácido, muy blanco, casi de armiño,
y recogía su cabello en un moñito, con cuatro pelos.
Era vieja su mirada, cansada su esperanza,
una tristeza sumisa acompañaba sus pasos
a través de aquella antigua casa.
Era demasiado su peso, para sus pocas ansias,
y despacio muy despacio
se mecía en la mecedora de la vida.
Así un soplo de viento
se llevaría la triste sonrisa,
hacia aquel encuentro eterno
en donde: se mecía feliz, muy feliz
en esa mecedora de la verdadera vida.
T. Lluch
No hay comentarios:
Publicar un comentario