Capítulo VII
Hola amigos.
Parece ser que últimamente no tengo muy buenas
noticias para daros, pero sí la esperanza de tenerlas, y de seguir en ese
devenir romántico. Hoy os dejaré un relato en vez de un romance, in memóriam de
las personas fallecidas en el trágico incendio que ocurrió este jueves en el
barrio de Campanar en Valencia, y esperanza para los afectados.
Ayer por la noche sentados en el sofá, mi mujer y yo escuchábamos
sonrientes el primer ajo de nuestro bebé, mientras Julia correteaba pidiendo
atención, ahora hace quince días somos cuatro en la familia, y está celosilla.
Toda transcurría en calma, nada nos hacia estar alerta, cansados de un día
agotador de trabajo y crianza, la noche nos sumía en nuestros sueños de ver
crecer a nuestros hijos felices, de las pelis que veríamos juntos, de las Navidades
llenas de risas y regalos, de las vacaciones del próximo verano en familia. Alegrías
y también temores e incertidumbres, pero sobre todo ganas de vivir.
Pero hoy, hoy todo ha cambiado, así de un plumazo. Se inició un incendio en el piso de un vecino, justo el del cascarrabias que nunca saluda cuando entra en el ascensor, pero eso es lo de menos porque ahora ya no vive ahí. Cuando nos avisaron de que las llamas se expandían, intentamos salir, pero nos dijeron que mejor nos quedáramos dentro de casa y tapáramos todas las entradas con toallas mojadas para evitar inhalar humo, así que nos atrincheramos los cuatro en el baño, por ser el lugar más seguro, los niños no podían respirar ese humo tan tóxico, había que protegerlos. Pero aquello se convirtió en un infierno, nuestro único contacto con el exterior era a través del móvil, y lo que en principio era esperanza se convirtió en tragedia. No podían rescatarnos, casi mueren en el intento, y en unos segundos la obscuridad se iba ciñendo más y más sobre nosotros, no había escapatoria. Los sueños de ayer eran losas que nos ahogaban, ya nunca los podríamos realizar. Nos abrazamos acurrucándonos y el humo y el fuego se nos llevó. Fue como si nada existiera, para después sentir una luz cegadora que nos atraía hacia una paz infinita. Ahora ya somos libres, podemos volar, hemos salido del infierno, los niños están a salvo.
En la calle el horror, los bomberos apesadumbrados no entienden el porqué de este fuego devastador, que no pueden controlar. Gente rota, vidas quebradas, triste esperanza. Nosotros miramos atrás y nos despedimos poniendo rumbo a lo desconocido, tal vez en este nuevo mundo encontremos los sueños que el fuego nos arrebató. Adiós.
Betty Ryan
T. Lluch